miércoles, 25 de diciembre de 2013

El toro y la Virgen: La leyenda del Socorro


Hemos estado investigando en algunos archivos municipales y encontramos que en la tarde de verano del año 1580 en la plaza que llamaban `` sombrereros´´ (actualmente llamada plaza de la yerba) se celebraba una fiesta en la que se hacía participe a algunos toros (decir que estas fiestas aun se conservan en algunos pueblos como Vejer de la Frontera con el nombre de ''toro embolao'') cuenta la leyenda que los toros perdieron el control y comenzaron a embestir a algunas personas ''casualmente'' procesionaba por allí una virgen gloriosa (actual virgen del socorro) los toros llegaron ante la virgen, cuenta la leyenda que la virgen ante las suplicas y ruegos de los jerezanos torció la cabeza y acto seguido las fieras se desplomaron en el suelo y desde aquel momento Jerez pasó a llamar a esta virgen con la advocación del socorro, María Santísima del Socorro esta imagen es anónima del siglo XVI y actualmente procesiona la tarde del Lunes Santo como titular de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga.
 
 
Yo estuve allí y jamás olvidaré lo que ocurrió. Mis recuerdos, aunque ya lejanos en el tiempo, siguen frescos, nítidos... parece que fuera ayer. Y es que hijo, milagros sólo se ven una vez en la vida. Ni la tarde soleada, ni el suave viento de levante podrían imaginarse lo que en breve llegaría. La procesión marchaba silenciosa, sólo de vez en cuando turbada por los llantos de devotos que querían hacer testigo de sus desgracias a los presentes. Yo estuve allí . Ella, la Virgen María, la Madre de Dios contemplaba con orgullo aquella escena pues sea por devoción o por socorro los allí presentes se contaban por cientos. Recuerdo que con paso lento y seguro se adentraba en aquella plaza a la que llamaban de los 'Sombrereros'. Y entonces pasó: era una sombra oscura, gigante, endiablada, de largos cuernos y terrorífico rostro, cabalgaba sin control entre un mar de gritos y polvo. Ni las lanzas y astas que se exponían en las puertas de los comercios asustaban al animal. Yo estuve allí. Recuerdo como la gente corría y lloraba, lloraba y corría, nadie habría imaginado ese final, una muerte tan cruel, en aquella tarde soleada. Y yo hijo... yo sólo miré a la virgen y recé... y recé, pero no por mí ni por mi salvación, ni siquiera para me ayudara a cenar esa noche en el paraíso... yo recé por ustedes, por vuestra salud, por vuestro futuro... y es que hijo sois el tesoro más grande que jamás tendré. Y fue en aquel preciso momento, desvanecida ya toda esperanza, cuando la Santísima torció su cuello y firme e inflexible dirigió su mirada a aquella fiera que inmediatamente calló muerta a sus pies. Yo estuve allí. Nadie comprendía lo que había ocurrido. Los fieles miraron desconcertados el cuerpo sin vida de aquel toro bravo que tanto daño podía haber causado e inmediatamente a la Madre de Dios que lucía una extraña marca, una arruga, que sería testigo durante los siglos venideros de que en aquel Jerez de la Frontera de 1580 tuvo lugar un milagro que jamás olvidaré porque yo estuve allí.”
 

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